jueves, octubre 25, 2007

El juego

La hoja revoloteó, los párrafos estrictos se posaron livianamente en el suelo, firmas confusas sellaban el pacto. Intenté fijar la vista en las letras negras que se agolpaban en ella como arañas para no pensar, mientras levantaba la mano y me preparaba. Tras el frío contacto sólo se oyó un clic armónico en el silencio agitado. Un suspiro unánime flotó en el humo, relajando la tensión.

La mujer de rojo me hizo una mueca que otro hubiera tomado por una sonrisa.

La apuesta se dobló.

Frente a mí, la cara del adversario brillaba, una gota recorrió su cara y se estrelló en la oscuridad. Sus ojos parpadearon con asombro, preguntándose seguramente cómo el azar había podido torcer su destino de aquella manera. Por un momento pensé que su dedo convulso no sería capaz de apretar el gatillo.

La mujer de rojo se había colocado a su espalda, la luz de la pared formaba un halo protector a su alrededor. El fulgor de sus ojos tembló y se desbordó en ríos de carbón.

Una mano se posó en mi hombro y levanté la vista. Una boca ávida, de dientes perfectos, me sonrió con complicidad, sentí escalofríos y por un momento casi me arrepentí.

La explosión desplazó la mesa unos centímetros. Miles de gotas marcaron la trayectoria del cuerpo al desplomarse a cámara lenta. Casi al mismo tiempo, el fantasma de rojo cayó de rodillas sin un ruido.

Me levanté despacio y agarré el maletín con el millón de euros. Pesaba poco, importaba poco. Debía cumplir el pacto y pagar el precio de mi venganza. Ella había visto morir a su amante y yo había perdido mi alma. En casa me esperaba un cargador y esta vez estaría completamente lleno.

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